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sábado, 13 de octubre de 2012

Tijuana, el perro que un día mordió

Los que desconocen la ciudad, sólo tiene un mal concepto de esta ciudad fronteriza que un día, pareció una cárcel. La gente no salía de sus casas por miedo a las balas perdidas, pero aquello fue hace más de 5 años. Entre en el país como Pedro por su casa, fue al llegar cuando me explicaron que debería de tocar un botón donde aleatoriamente se te pone un semáforo en verde o rojo. Yo no toqué ningun botón y aquí estoy. Al pasar la frontera y con dirección al oeste, a playas de Tijuana, había muchísima gente bagando junto a la valla que separa el sueño con la realidad. Una población inventada por la desesperación de la supervivencia. Personas que cogieron en el este de América y mandan al lado opuesto para que les sea muy difícil volver a sus casas de México. Una manera cruel de quitar las ganas de volver a intentarlo. Es como sí nosotros cogemos a un marroquí que ha sido pillado en Cádiz y lo deportamos a Sudáfrica, no es tal la diferencia pero es sólo por poner un ejemplo.

Luis me esperaba en su casa, ya que Betto, mi contacto en México, estaba trabajando. Su compañera, Elham, de origen californiano, me enseño parte de la costa de Tijuana caminando y llegamos hasta la "La reja" que divide los países. Al llegar a ella, le pregunté que donde se habían conocido Luis y ella y me respondió que en el baile. Luis mexicano y ella de California a un lado de la reja y es que el amor no entiende de banderas ni de muros. En ningún momento me sentí inseguro y fue fascinante pasear junto al mar y sentirlo.

Como ya sabéis, digo muchos tacos, pero aquí los tacos no se dicen, se comen y eso hice. Auténticos tacos mexicanos que no tienen nada que ver con lo probado anteriormente.

Luego llegó Betto, al igual que Luis, un tipo genial con ganas de ayudar a los demás, y me dijo de ir a "La feria del Tequila" que se presentaba en la ciudad esté fin de semana. Y fui... Claro está y vaya tequilas!!! Creo que los probé casi todos y eran dos calles enormes. A la cita se unieron cuatro amigos más de couchsurfing pero se fueron pronto. Una de las chicas me dijo.. : ¡,Que disfrutes de la comida china!! Y la verdad es que no lo entendí. Salimos de la feria sobre las once de la noche rumbo a la calle 6. Por el camino me explicaba como desde pues de los atentados del 11M, la calle revolución murió casi al momento. La calle revolución era la de la marcha, la de los americanos menores de 21 años, que no pueden beber en USA cruzaban la frontera para ponerse tibios ya que aquí es como en españa, a los 18. Aquello incrementaba los precios de la fiesta y al morir la calle, los precios volvieron a ser más razonables, pero la fiesta pasó a la "calle 6" antiguos bares de viejos, que ahora son la moda. Anduvimos de un lado a otro y fuimos al "barrio rojo" de Tijuana. Exactamente al "Hong Kong". De ahí lo de la comida china. Este local de nombre asiático es totalmente e increíblemente espectacular. Nos cachearon en la puerta y al entrar, se abrieron las puertas del paraíso de cualquier hombre con firme testosterona. Preciosas mujeres bailaban por todos lados semidesnudas mientras el Spiker animaba a la gente a poner un dólar en sus tangas. Auténticas profesionales del despelote con estilo. Hacían acrobacias en las barras, columpios, suelo, otras se embadurnaban de espuma mientras jugaban entre ellas y otras se besaban en los yacuzzi...Vaya olimpiadas!!! Y llegó el momento, que según me dicen, quedará para la historia del local y de la mente de muchos de los asistentes. El gringo, yo, fue seleccionado por una de las preciosas chicas. Estaba embadurnada de crema de afeitar. Me fulminó con sus ojos verdes mientras se deslizaba por la brillante tarima y me señalaba con el dedo. Sí, era a mi, el elegido o así lo quise ver yo. Incluso fantaseé de que ella no trabajaba y que yo no era un dólar con patas. "Ponle un dólar buey... Ponle un dólar" en esas sentéis mas de segundo me acordé de los boquetes que hice en Vancouver para ganar algo de dinero, del hambre que pasé al sur de Alaska y de como me rebuscaba los bolsillos buscando monedas. Dejé de pensar. Observé cómo su mirada lasciva recorría mi cuerpo mientras me pareció que todos observaban. Me lanzó un beso. "Pero ponle un dólar buey... Ponselo" saqué la cartera y cogí un dólar americano. Ella seguía moviendo las piernas y las nalgas al compás de la música y ya estaba muy cerca, demasiado. Su boca perfecta, su mirada de gata y su nariz de cuento de hadas, estaban cubiertas de una fina y pegajosa capa de espuma de afeitar, despertando todos los instintos que un hetero tiene. Cogí el billete con dos dedos y se lo pegué en la frente, me senté y me encendí el cigarrillo de después. La gente flipaba y la chica sonrió sorprendida, pienso yo, porque fue el modo más respetuoso en el que había conseguido un dólar aquella noche, o quizás, en todas sus noches.

Si no había 80 camareros por la sala no había ninguno y es que aquello tenía dos plantas perfectamentes atendidas. Se podía fumar pero no olía a humo. La luz roja brillaba en las caras de las chicas mientras te miraban insinuantes. Cualquiera hubiese dicho... "La fea para mi" y es que eran preciosas de verdad. Welcome to Tijuana. Mi primer "dance table" creo que será imposible de superar.

Al salir de allí, sobre las 1:15 caminamos al garage y nunca tuve una sensación de inseguridad. Comimos unas mulas y fuimos a dormir. Esta mañana, mientras escribía esto y sentado en la cama se oía por la ventana música de "bandas" y mariachis... Y es que estoy en Méjico, estoy en Tijuana. Welcome to Tijuana a todos.

 

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