Suponer puede ser el error del viajero pero el aliado
del aventurero.

Y lo hicimos, lo conseguimos
y ella alucinó con aquel manto salado que sonaba a cristal. Ahora se veía el
volcán, ahora se veía “La isla del pescado” ahora íbamos preparado.
Lo cruzamos y llegamos a
Llica, un pequeño pueblo Boliviano que aspira a parecerse a Uyuni, pero los
accesos son desastrosos, sus calles sin asfaltar y aunque parezca
contradictorio, me encantó. Y me encantó porque los carteles de los negocios no
estaban en inglés en un país de habla hispana, me encantó porque allí no había
ningún culo blanco como el mío comprando 4 gorritos para llevarlos a su país.
Me encantó porque no había hoteles, sólo dos estancias. Me encantó porque
estaba sin violar y porque sentí que lo que era un viaje, se había convertido
en una aventura.
Nos dijeron que llamáramos a
una puerta y al rato, nos abrió Leucalia, una señora que dice tener entre 85 o
90 años, que no se acuerda. Dormimos en su estancia por 3 euros cada uno y con
la oportunidad de hablar con ella, de cómo vivía y como vivió. Nos contaba que
aún iba al campo a trabajar para poder comer y que la vida, no era eterna.
Nos
explicó por donde teníamos que ir a Chile, lo corroboramos con otros vecinos y
aquí llegó el resultado de aquella suposición, enemiga del viajero y aliada del
aventurero. No era una carretera, era un carril. No eran 30 kilómetros, eran
60. Después de aquella hermosa paliza; hermosa porque el desértico paisaje con
montaña nevada de fondo, mientras las Llamas pastaban a sus pies, hacían de
bálsamo por aquella infernal pista que ansiaba por desmontar la moto,
descaderar a Ojos Verdes y poner a prueba mis tríceps. Llegamos la supuesta
frontera que realmente no lo era. No, no lo era, era una frontera peatonal en
la que estaba prohibida pasar a territorio chileno en un vehículo motorizado.
Los carabineros del pequeño
cuartel de aquel pueblo de 15 habitantes, llamaron a la frontera, para
avisarles de que íbamos para allá, y mientras esperábamos la confirmación de
dicha frontera, nos invitaron a comer. Nos mirábamos y sonreíamos. ¿Quién nos
lo iba a decir? Nadie. Pasamos y la mesa lucía una gran fuente de carne de
cerdo, pollo, salchichas y jugoso chorizo. No se sentaron en la mesa, hasta que
lo hicimos nosotros. Les dije que llevaba desde Uyuni sin repostar y que para
llegar a la frontera oficial, no tenía gasolina. Pero allí usaban diesel y no
podía ayudarme… o sí. Al no haber gasolina en unos 80 km a la redonda,
decidieron acercarnos, un largo tramo, para que pudiésemos llegar con lo que
teníamos… y menos mal. El sinuoso carril, estaba empedrado a más no poder y
para llegar a la frontera, deduzco que hubiésemos necesitado más de 4 horas
para hacer los 90 km. Subimos a Chilitrini en un 4x4 e hicimos la parte más
jodida pero preciosa del trayecto. Nos trataron genial todos los chicos del
destacamento. Bajamos la moto del todoterreno y nos despedimos con un abrazo.
Les regalé unas pegatinas del Búfalo y uno de ellos sacó de su bolsillo un
parche bordado de los carabineros de Chile, detalle que no se encuentra en
tiendas y que guardo como tesoro de este viaje, que gracias a la suposición,
toma matices de aventura.
Menudo curro! Felicidades! Son muy amenos los videos!!1
ResponderEliminarQue hermoso todo. Perfecto todo, ue increible como las cosas se van solucionando y disfrutando cuando hay buena gente. Adelante que desde aqui voy disfrutando de su viaje. Abrazos
ResponderEliminarCómo mola!!!!
ResponderEliminarsimplemente, del putas!!!
ResponderEliminaraqui estamos de servicio y echandote el vistazo, animo maquina. by Bomber Torremolinos
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