Inicié mi ruta desde Uyuni con dirección a Tupisa y parecía que todo iba a ser sencillo ya que había dos carreteras para ir; Carretera larga, creo que eran unos 300 km, volviendo a Potosí y haciendo un gran rodeo o la corta que eran unos 200km pero sin asfalto. La corta no tiene porque se siempre la más rápida y con el ejemplo me di la cara.
Inicié la ruta y parecía que aunque fuese tierra, a la velocidad que iba, llegaría en 3 horas al destino... un mojón para mí. Primero me percaté que la cámara no se encontraba donde debería estar pero sí el soporte de la misma enganchado y roto sin la preciada maquina. Volví en busca de ella pero la basura que se acumulaba a los laterales de la desastrosa vía pintaban el paisaje y complicaban el rescate. Nada, no apareció. Continué la ruta maldiciendo al país que no tenía culpa de nada. La desastrosa vía comenzó a convertirse en "los muertos de esto con to su puta madre" (Muy poético, pero así de real) Imaginaos por un momento que os ponen 5.553 badenes pequeñitos unos detrás de otros cuando vas a 80 km/h. Si lo imaginas en coche te dolerán los riñones y en la moto, las muñecas mientras esperas que la moto empiece a desmontarse. Pasé a 15 km/h mientras lamentaba la decisión de la haber elegido la ruta corta.
Tramos más lentos y otros más rápidos pero el cambio a la inversa, a veces, era demasiado peligroso. Zonas con dunas que curiosas, se había metido en la carretera y en una de ellas, cuando un inexperto con ruedas lisas se pone más tenso que un socorrista viendo un Gremnlis en el trampolín, aparecen tres perros de buen tamaño, no se de donde, con la intención de regalarme un recuerdo. No podía correr y no podía parar... bastante incómodo. El paisaje, que a veces el camino me dejaba mirar, era desértico y polvoriento pero bello. Luego llegó un tramo de cuestas y curvas. Aquello pasó de de bello a espectacular. Por un momento parecía estar en el típico Oeste de las películas, con recovecos modelados por los medios. Rios secos, muchos colores y montañas que parecían de cartón pintaban el paisaje.
La "carretera" quería ser alta y subir a la montaña... no mi moto y empezó a fallar. No podía creer que empezara a fallar y a unos 3.500 metros cuando anteriormente, aunque con dificultad, subía a esa altura y más. Finalmente y a unos 4.000 metros se paró y se negó a la ascensión. Calor, mucha calor. Coches pasaban y sólo paraban a curiosear y pocas soluciones dar. Pedí que llamara a una grúa o algo que me pudiese llevar... pero el que dijo que lo haría, nunca lo hizo.
Después de estar empujando la moto en relentín durante unas 5 horas, una familia que viajaba con un camioncito, paró y me ayudaron a subirla. La operación fue peligrosa ya que la subimos pegados al precipicio. Lo conseguimos y menos mal que lo animé a que la amarrara porque el viaje fue una auténtica tortura. Yo, que me encontraba en el cajón de madera aguantando la moto, pensé que no llegaría nunca al destino. La moto se movía demasiado y el traqueteo me recordaba al de una vieja atracción de feria con ese ruido de metal y madera que parece que va a desmontarse en cualquier momento. Creo que iba demasiado rápido o quizás no era consciente de que había una persona atrás. Agarrado como puede llegamos al pueblo a la hora y media. Me dolían las manos de agarrarme y el cansancio era monstruoso. Lo que al principio era un favor, se convirtió en un negocio y me pidió 90 Bolivianos. Creo que es bastante dinero allí, unos 13 euros... barato para lo que me ahorré. Luego me dieron unas estampitas cristianas para que la leyera. "Negocios y religión no deberían ir de la mano" pensé absurdamente.
Llegué a un albergue y estuve dos noches para recuperarme. Al salir de allí, me dirigí por fin a Argentina pero la moto fallaba aún estando a unos 2.800 metros. Caí en la cuenta de que había quitado la tapa del filtro del aire para que funcionase mejor y después de aquel carril debía estar sucio... joder que si lo estaba.
Paré un coche y le pedí agua y amablemente me la dieron. Limpié el filtro y la moto empezó a funcionar perfectamente. Una alegría y satisfecho, ya que como sabéis, de mecánica entiendo más bien poco.
La frontera fue lenta, calurosa y cuando iba a empezar a rodar por Argentina... lluviosa. Lluvia y frío es lo que me acompañó los primeros kilómetros del nuevo país.
Carlos, Laura y Carlos
Paré en un hotel, que me pareció bastante barato. Demasiada agua, frío y anocheciendo. Continué la ruta y en una gasolinera conocí a Carlos, un tipo genial que estaba haciendo una mudanza con su chica y su amigo que le seguían en un coche. Iban para Buenos Aires y quedaban 2.000 km así que fuimos todos juntos. El segundo día paramos en Andino, para saludar al padre de Laura que así se llamaba la chica y aquel hombre me transmitió una tranquilidad especial. Victor, un músico que tranquilamente vivía en aquel tranquilo pueblo, que era el refugio, la casa de campo de la gente de Rosario.Con Victor
Ya os escribo desde Quilmes, una ciudad de Buenos Aires, con un amigo argentino que reside en Conil de la frontera y se encuentra aquí de vacaciones.Manu el Conileño argentino
Como podéis apreciar... estoy apático y no tengo muchas ganas de escribir hoy. Me he levantado con una extraña sensación de no querer volver aún de este viaje aunque aún quede mucho. Se que se me pasará porque estoy loco por ver a mis hijos, familiares y amigos. Un fuerte abrazo a todos y ya sabéis... sois mi gasolina.El Chino, coincidimos yo saliendo del camino de la muerte
y casualmente, saliendo yo del salar. La primera agua, no muy caliente.
enype te dice......, animo y palante!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!1
ResponderEliminar