RECAPRIX.COM

RECAPRIX.COM
RECAPRIX.COM Todo para su automóvil... Y mucho más.

miércoles, 1 de mayo de 2013

de Bolivia a Chile




Suponer puede ser el error del viajero pero el aliado del aventurero.

Ya de por si es una aventura reiniciar un viaje de este modo, pero la monotonía del viaje y de tener las cosas preestablecidas, estaba haciendo, de lo que debería ser un viaje placentero, un viaje aburrido, monótono y cutre… un símil a la ruta 3 que sólo son adornada por grandes personas.  Tanto fue así que en Potosí, Bolivia, me planteé mandarlo todo a tomar viento fresco. Para mi sorpresa, fueron muchas las personas que me animaron a continuar mediante las redes sociales. “Descansa un poco” “Es un privilegio lo que estáis haciendo” y muchas cosas más. Leí todos los comentarios, los cuales agradezco enormemente y de ahí lo de “Sois mi gasolina”.
Desayunaba en Potosí, solo café ya que estoy a dieta y tengo que deciros que ya son 4,5 kilos los perdidos, cosa que agradece la moto… pero a lo que voy… miré el café como quién mira una bola de cristal y me pregunté ¿Continuo con esto? Mientras alzo la mirada e increíblemente había una moto con una matrícula que ponía en grande… “HAZLO” Sí, esa era la matrícula de una moto canadiense que se encontraba junto la mía en medio del patio del albergue. Las cejas se extrañaron mientras un escalofrío recorrió mi cuerpo. “HAZLO” me decía en rojo y en mi idioma. Sonreí y miré a Ojos Verdes que estaba entristecida por mi decisión. “No tienes que mirar tanto, ni preocuparte por mí, estoy aquí porque quiero” Me ha repetido varias veces. – Vamos a intentar cruzar el salar juntos. Le espeté sin contemplaciones. Al principio reacia pero le dije que no se preocupara, que ahora estaba preparado y conocía la zona. Aquello era un paso para romper la monotonía y el siguiente fue suponer que luego habría una carretera y si no la había… pues ya se verá. Aceptó el reto y un viaje que se tornó gris, se volvió blanco… como la sal.



Y lo hicimos, lo conseguimos y ella alucinó con aquel manto salado que sonaba a cristal. Ahora se veía el volcán, ahora se veía “La isla del pescado” ahora íbamos preparado.

Lo cruzamos y llegamos a Llica, un pequeño pueblo Boliviano que aspira a parecerse a Uyuni, pero los accesos son desastrosos, sus calles sin asfaltar y aunque parezca contradictorio, me encantó. Y me encantó porque los carteles de los negocios no estaban en inglés en un país de habla hispana, me encantó porque allí no había ningún culo blanco como el mío comprando 4 gorritos para llevarlos a su país. Me encantó porque no había hoteles, sólo dos estancias. Me encantó porque estaba sin violar y porque sentí que lo que era un viaje, se había convertido en una aventura.
Nos dijeron que llamáramos a una puerta y al rato, nos abrió Leucalia, una señora que dice tener entre 85 o 90 años, que no se acuerda. Dormimos en su estancia por 3 euros cada uno y con la oportunidad de hablar con ella, de cómo vivía y como vivió. Nos contaba que aún iba al campo a trabajar para poder comer y que la vida, no era eterna. 


Nos explicó por donde teníamos que ir a Chile, lo corroboramos con otros vecinos y aquí llegó el resultado de aquella suposición, enemiga del viajero y aliada del aventurero. No era una carretera, era un carril. No eran 30 kilómetros, eran 60. Después de aquella hermosa paliza; hermosa porque el desértico paisaje con montaña nevada de fondo, mientras las Llamas pastaban a sus pies, hacían de bálsamo por aquella infernal pista que ansiaba por desmontar la moto, descaderar a Ojos Verdes y poner a prueba mis tríceps. Llegamos la supuesta frontera que realmente no lo era. No, no lo era, era una frontera peatonal en la que estaba prohibida pasar a territorio chileno en un vehículo motorizado.
Los carabineros del pequeño cuartel de aquel pueblo de 15 habitantes, llamaron a la frontera, para avisarles de que íbamos para allá, y mientras esperábamos la confirmación de dicha frontera, nos invitaron a comer. Nos mirábamos y sonreíamos. ¿Quién nos lo iba a decir? Nadie. Pasamos y la mesa lucía una gran fuente de carne de cerdo, pollo, salchichas y jugoso chorizo. No se sentaron en la mesa, hasta que lo hicimos nosotros. Les dije que llevaba desde Uyuni sin repostar y que para llegar a la frontera oficial, no tenía gasolina. Pero allí usaban diesel y no podía ayudarme… o sí. Al no haber gasolina en unos 80 km a la redonda, decidieron acercarnos, un largo tramo, para que pudiésemos llegar con lo que teníamos… y menos mal. El sinuoso carril, estaba empedrado a más no poder y para llegar a la frontera, deduzco que hubiésemos necesitado más de 4 horas para hacer los 90 km. Subimos a Chilitrini en un 4x4 e hicimos la parte más jodida pero preciosa del trayecto. Nos trataron genial todos los chicos del destacamento. Bajamos la moto del todoterreno y nos despedimos con un abrazo. Les regalé unas pegatinas del Búfalo y uno de ellos sacó de su bolsillo un parche bordado de los carabineros de Chile, detalle que no se encuentra en tiendas y que guardo como tesoro de este viaje, que gracias a la suposición, toma matices de aventura.
















 

5 comentarios:

  1. Menudo curro! Felicidades! Son muy amenos los videos!!1

    ResponderEliminar
  2. Que hermoso todo. Perfecto todo, ue increible como las cosas se van solucionando y disfrutando cuando hay buena gente. Adelante que desde aqui voy disfrutando de su viaje. Abrazos

    ResponderEliminar
  3. aqui estamos de servicio y echandote el vistazo, animo maquina. by Bomber Torremolinos

    ResponderEliminar