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miércoles, 19 de septiembre de 2012

Whitehorse a Vancouver

Durante el trayecto y haciendo escala en... Quien sabe... Aparqué la moto a unos 80 metros al interior de un bosque que daba a un Rio. La palabra cansado era una simple broma de lo que sentía mi cuerpo. Aparqué la moto. Comencé el costoso trabajo de sacar todos los tiestos de una moto sin maletas y montar la caseta. Alguien había hecho fuego antes allí, con lo que deduje que yo podría hacer lo mismo. Escuchaba como las partículas del agua recorrían su camino a manos de la gravedad, creando su peculiar sonido al rozar contra las piedras. No era de noche aunque tampoco de día. Antes de que oscureciera, decidí encender un fuego para coger calor. Me acerqué al Rio aturdido por la falta de comida, la humedad de mis pies, y el dolor de mi hombro derecho de simplemente encogerme de frío. Baje unas piedras mientras procuraba no caerme al gélido líquido y a su vez visualizando piedras para resguardar mi hoguera. Alguien me observaba mientras el agua susurraba y solo mi respiración interrumpía el momento musical y el vaho que salía de mi boca afeaba el paisaje. Pero alguien me miraba. Esa sensación paralizó mi cuerpo, mi respiración y el tiempo, mientras agudizaba el oído. Agarrado a una rama, giré el cuello el cual me recordó el dolor de mi hombro. Allí estaba a unos diez metros observándome. Su vaho era mayor que el mío. Su cuerpo me multiplicaba y su mirada fulminó la mía por un instante, pero mi curiosidad y mi admiración ante el hicieron que lo mirara fijamente. Allí estaba el gran oso Grizzly a tan solo unos zarpazos para destrozarme. Resopló mientras me miraba. Como a un contrincante con el que no puedes hacer nada, miré al suelo. El cansancio esta vez hizo de calma y quizás me ayudó. La joroba de aquel animal parecía cada vez más y más grande. Me agaché y cogí varias piedras para mi chimenea particular mientras lo controlaba por el rabillo del ojo. De rodillas, lo volví a mirar, este miro al Rio y comenzó a beber. Seguí cogiendo mis piedras y me levanté lentamente y lo volví a mirar. El enorme animal me devolvió el gesto y se marchó lentamente dirección opuesta a la mía. Tengo que reconocer que dos lágrimas recorrieron mi rostros, mientras las piedras vibraban en unas manos heladas. Han pasado unos días y aún no se si esas lágrimas eran de miedo o quizás de haber vivido una de las experiencias más extraordinarias de mi vida.

Al otro día volví a contar el dinero y calcular los kilómetros... Y el dinero no llegaba a pesar de haber vendido una camiseta... Así que me puse manos a la obra, y cosas de la vida, apareció frente a mi una pequeña concentración de motos... Y esto fue lo que hice.

 

 

Y ahora si que si... Y así me recibió Vancouver

 

Con Sol y playa
Con sus rarezas


 
Y con unas lentejas!!

Mi paisana me ha recogido prácticamente de la calle al saber que llegaba a la ciudad. Me ha dado cobijo en su casa aún estando esta con overbooking. Me está ayudando, intentando buscarme un trabajo para estos dias y me explica los trucos para moverme por la ciudad. Me ha presentado a amigos donde por ejemplo dormiré hoy. En casa de un joven sevillano, nacido en Ontario (Canadá)

 

Y nos hemos reído

 

Un millón de gracias a Vicky Carrión. Y a s familia: "me acuerdo mucho de ellos"

 

4 comentarios:

  1. que cronica de fruta madre, en cuanto cobre te pillo varias camisetas

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  2. Ioputa, tu vendes la alhambra "amueblá". Me alero que ya estés por Vancouver.

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  3. Que grande eres amigo. No deja de sorprenderme tu entereza y ganas de seguir a pesar de lo chungo de no tener pasta. Eso avivara tus sentidos.

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